Recuerdo que hace 15 años, trabajando contigo me volví ordenada! Me explicaste cómo la falta de orden era lo que provocaba que no encontrase las cosas, y que se me escapase el tiempo entre los dedos. También que eso a su vez ocurría porque no tenía el hábito de poner las cosas en su sitio. Y en el fondo, la cuestión era que casi nada tenía un lugar asignado. Ni siquiera sabía lo que tenía!
Me ayudaste a entender las ventajas del orden, y fue divertido crear un sistema para mantenerlo. Empecé a tratar a cada cosa con mucho mimo, dándole un lugar especial. Y lo más importante, conseguimos diseñar una metodología de trabajo, para que las tareas diarias resultarán más fáciles, rápidas, eficientes, e incluso con tiempo de sobra para hacer alguna comprobación si queríamos. Ir a trabajar a la tienda se convirtió en algo motivador, creativo, y disfrutable!
Quedaron para el olvido las prisas, frustraciones, y llamadas de atención por perder las cosas. Me sentía pieza fundamental de un todo ordenado, y empecé a pedir a todos que por favor se esforzasen en mantenerlo bien. Transformaste los cajones comunes y te aseguraste de que nada se quedase perdido por los rincones de la tienda. Te ocupaste de enseñarle al personal de apoyo cómo hacer las cosas bien desde el principio, con paciencia y amor… y funcionábamos todos como un equipo. Incluso en Navidades cuando se formaban aquellas colas interminables, lo pasábamos fenomenal haciendo el trabajo en cadena. Parecíamos un equipo de natación sincronizada, jajaja
Gracias a ti, el orden se convirtió en mi manera de funcionar también en casa. Desde entonces le doy más importancia a la armonía en los espacios, y consigo mantenerlos organizados, al igual que mis rutinas diarias! Gracias por cambiarme la vida querida amiga!