Hoy quiero compartir contigo una de mis enseñanzas favoritas de Un Curso De Milagros, en la que se nos invita a reconocer que la única solución posible es simultanea al único problema real: nuestros resentimientos
Reconoce el problema para que pueda ser resuelto
No puedes resolver un problema a menos que sepas de qué se trata. Incluso si ya está resuelto, lo seguirás teniendo porque no reconocerás que ya se ha resuelto. Esta es la situación del mundo. El problema de la separación, que es en realidad el único problema que hay, ya sea resuelto. No obstante, la solución no se ha reconocido porque no se ha reconocido el problema.
En este mundo cada cual parece tener sus propios problemas. Más todos ellos son un mismo problema, y se tiene que reconocer que todos son el mismo problema si es que se ha de aceptar la única solución que los resuelve todos. Ahora bien, ¿quién puede darse cuenta de que un problema se ha resuelto si piensa que el problema es otra cosa? Aún si se le proporcionara la respuesta, no podría ver su relevancia.
Esta es la situación en la que te encuentras ahora. Dispones de la respuesta, pero todavía no estás segur@ de cuál es el problema. Pareces enfrentarte a una larga serie de problemas, todos diferentes entre sí, que cuando uno se resuelve, surge otro y luego otro. No parecen tener fin. En ningún momento te sientes completamente libre de problemas y en paz.
La tentación de considerar que los problemas son múltiples es la tentación de dejar el problema de la separación sin resolver. El mundo parece presentarte una multitud de problemas, y cada uno parece requerir una solución distinta. Esta percepción te coloca en una posición en la que tu manera de resolver problemas es necesariamente inadecuada y el fracaso inevitable.
Nadie podría resolver todos los problemas que el mundo parece tener. Estos parecen manifestarse en tantos niveles, en formas tan variadas y con contenidos tan diversos, que crees enfrentarte a una situación imposible. Tal como los percibes, el desaliento y la depresión son inevitables. Algunos surgen inesperadamente, justo cuando creías haber resuelto los anteriores. Otros permanecen sin resolver bajo una nube de negación, y emergen de vez en cuando para atormentarte, más solo para volver a quedar ocultos, pero aún sin resolver.
Toda esta complejidad no es más que un intento desesperado de no reconocer el problema y, por lo tanto, de no permitir que se resuelva. Si pudieras reconocer que, sea cual fuere la forma en que se manifieste, el único problema que tienes es el de la separación, aceptarías la respuesta, puesto que verías su relevancia. Si advirtieras el común denominador que subyace a todos los problemas a los que pareces enfrentarte, comprenderías que dispones de todos los medios para resolverlos todos. Y emplearías los medios porque habrías reconocido el problema.
Pregúntate cuál es el problema y cuál es la solución. No asumas que ya lo sabes. Trata de liberar tu mente de las innumerables clases de problemas que crees tener. Trata de darte cuenta de que solo tienes un problema, el cual no has reconocido. Pregúntate cuál es ese problema y espera la respuesta. Esta se te dará. Luego pregunta cuál es la solución. Y ésta se te dará también. No insistas en querer definir el problema. No es necesario que logres abandonar todas tus ideas preconcebidas, sino poner en duda, aunque sea mínimamente, la realidad de tu versión de lo que son tus problemas. Estás tratando de darte cuenta de que al reconocer el problema se te da la respuesta, de manera que problema y respuesta puedan reconciliarse y tú puedas quedar en paz. Cada vez que veas muchos problemas que parezcan requerir una solución distinta reconoce que no hay más que un solo problema y una sola solución. Con este reconocimiento se resuelven todos los problemas y arriba la paz. No te dejes engañar por la forma en que se manifiestan los problemas. Cada vez que parezca surgir alguna dificultad, haz uso de tu voluntad para reconocer el problema para que pueda ser resuelto. Suspende todo juicio con respecto a lo que el problema es. Cierra los ojos por un momento y pregunta cuál es el problema. Serás escuchad@ y se te responderá.
RESUMIENDO: date cuenta de que el problema es siempre alguna forma de resentimiento que quieres mantener. Comprende que la solución es siempre una percepción correcta a la que le permites ocupar el lugar del resentimiento. Recuerda la simplicidad de la salvación reforzando la enseñanza de que solo hay un problema y solo una solución. El problema es un resentimiento, la solución una percepción correcta. Invita a la solución dejando ir la causa del resentimiento y dándole la bienvenida a la percepción correcta para que ocupe su lugar.
ANTE CUALQUIER PROBLEMA REPITE: esto supone un problema para mí que quiero que se resuelva. La correcta percepción que se encuentra tras este resentimiento lo resolverá por mí. La solución de este problema es la percepción correcta que el problema oculta.
Reconoce que tus problemas se han resuelto
Si estás dispuesto a reconocer tus problemas, reconocerás que no tienes ninguno. Tu problema central se ha resuelto y no tienes ningún otro. Por lo tanto, debes sentirte en paz. La salvación, pues, depende de que reconozcas que ese es el único problema y de que entiendas que ya se ha resuelto. Un solo problema, una sola solución. La salvación se ha consumado. Se te ha liberado de todo conflicto. Acepta este hecho, y estarás list@ para ocupar el puesto que te corresponde como misión de vida para la salvación.
Tu único problema ya se ha resuelto. Repite esto para tus adentros una y otra vez, con gratitud y convicción. Has reconocido tu único problema, dándole así paso a tu sabiduría interna para que te de la respuesta del Universo. Has dejado a un lado las decepciones y has visto la luz de la verdad. Has aceptado la salvación para ti mism@ al llevar el problema a la solución. Y puedes reconocer la solución porque has identificado el problema.
Tienes derecho a la paz. Un problema que ya se ha resuelto no te puede perturbar. Asegúrate únicamente de no olvidarte de que todos los problemas son uno solo. Sus múltiples formas no te podrán engañar mientras te acuerdes de esto. Un solo problema, una sola solución. Acepta la paz que te brinda esta sencilla afirmación.
Reivindica la paz que inevitablemente será tuya una vez que el problema y la solución se hayan reconciliado. El problema tiene que haber desaparecido porque la respuesta del Universo no puede fallar. Al haber reconocido el problema has reconocido la solución. La solución es inherente al problema. Se te ha contestado y tú has aceptado la respuesta. Te has salvado.
Permite que se te de la paz que tu aceptación te brinda. Cierra los ojos y recibe tu recompensa. Reconoce que tus problemas se han resuelto. Reconoce que no tienes conflictos, y que estás libre y en paz. Sobre todo, recuerda que tienes un solo problema y que el problema tiene una sola solución. En esto reside la simplicidad de la salvación. Por eso es por lo que su eficacia está garantizada.
Afirma que tus problemas ya se han resuelto. Repítelo con absoluta convicción. Y asegúrate de aplicar esta idea a cualquier problema concreto que pueda surgir haciendo uso de tu voluntad para reconocer de inmediato que el problema ya se ha resuelto.
Proponte no acumular resentimientos. Proponte estar libre de problemas que no existen. Para lograr esto solo se requiere honestidad. No te engañes con respecto a cuál es el problema, y reconocerás que se ha resuelto.
RESUMIENDO: la única razón de que parezcas tener problemas es que estás usando el tiempo indebidamente. Crees que el problema ocurre primero, y que debe transcurrir cierto tiempo antes de que pueda resolverse. No ves el problema y la solución como acontecimientos simultáneos. Ello se debe a que aún no te has dado cuenta de que el Universo ubicó la solución junto al problema, de manera que el tiempo no los pudiera separar. Tu sabiduría interna te enseñará esto si se lo permites. Y comprenderás que es imposible que pudieras tener un problema que no se hubiera resuelto ya.
ANTE CUALQUIER PROBLEMA REPITE: no tengo que esperar a que esto se resuelva. Ya se me ha dado la solución a este problema, si estoy dispuest@ a aceptarla. El tiempo no puede separar este problema de su solución.
Conclusión final: el único problema es el resentimiento, y la única solución es la percepción correcta a la que tenemos acceso en el mismo instante en el que reconocemos esta verdad y dejamos ir la causa del resentimiento para que la percepción correcta lo reemplace.
Fuente de inspiración: Un Curso De Milagros
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NAMASTÉ